Hace poco más de un mes, un amigo me dijo algo que me impactó, a la vez que me regaló muchísima consciencia. Me dijo que estaba esperando a ver cuando (yo) perdía el miedo a hacer el ridículo. Estaba esperando a ver cuando me atrevía a ser yo misma. Para él, desde su mirada, yo estaba mostrando una faceta contenida y poco relajada en las redes y en ámbitos públicos, que contrastaba con mi forma en el plano personal y privado.
Y está claro que no soy igual y no voy a serlo nunca, sin embargo había mucha razón y muchas ganas de invitarme a dar un salto en sus palabras.
Fue muy liberador. Fue quitarme años y años de encima. Y hasta estuve varios días riéndome de mi misma.
Porque sus palabras me ayudaron a darme permiso para mostrar una parte de mi, que está más relajada, que se divierte más, y que no tiene pudor a la hora de hacer el ridículo. Porque he dejado de buscar gustarle a otros, para buscar gustarme a mi.
¿Porqué te cuento esto a ti?
Porque sé que al igual que a mí, estas palabras pueden ayudarte. Sé que cuando aceptes el miedo al ridículo, el miedo al juicio ajeno, y te des permiso para soltarlo estarás dando un paso en la dirección adecuada. Donde ser tu misma es un regalo que das al mundo, sin miedo a hacer el ridículo.
Si quieres recibir «ridículas» noticias mías, recuerda suscribirte y seguirme por redes.